HISTORIA DE UN TOPONIMO: CHAGARCÍA


HISTORIA DE UN TOPÓNIMO: CHAGARCÍA


A mis padres, Ángel y Piedad,
chagarcienses honestos y generosos.

   Vamos a analizar el origen y el significado del nombre de esta aldea nuestra, situada en los confines de la Tierra de Alba, que ha sido históricamente fronteriza desde su fundación hasta hoy1.

   Si miramos un mapa o nos fijamos en los indicadores de las carreteras, nos encontramos con muchos topónimos nombres propios de lugar cuyo significado es difícil de entender, nombres a los que la evolución de la lengua y el paso del tiempo han hecho que no sea tan sencillo desentrañar su origen. Este es el caso de Chagarcía: aunque a primera vista no se capta el significado con claridad, sí se puede advertir que se trata de un topónimo formado por dos elementos, el segundo de ellos fácilmente reconocible, pero ¿qué ocurre con la sílaba Cha-?



   El gran erudito don Ramón Menéndez Pidal fue el primero que aportó algo de luz al relacionar esta sílaba con el arcaico nombre de varón Ecta (y sus variantes: Eita, Eitaz, Egga, Echa,…) muy usado en la Edad Media como así lo certifican diversos documentos de la época2, y llega a la conclusión de que se trata de una adaptación del vasco aita „padre‟, „jefe‟, „señor‟, usado como nombre de persona. Esta tesis es compartida por don Antonio Llorente Maldonado, que ha estudiado a fondo la toponimia salmantina en diversos trabajos en los que se alude a la evolución del vocablo Aita> Eita> Echa> Cha. Esta forma, además de en Chagarcía, aparece también en algunos topónimos abulenses de lugares ya desaparecidos Echa Muño, Echa Salvador y Miecha, y en los actuales Chamartín y Chaherrero, poblaciones geográficamente cercanas a nuestra aldea, lo cual es bastante significativo como veremos más adelante.

   En cuanto al segundo elemento del topónimo -García-, sabemos que es de origen vascón (parece que procede de hartz „oso‟ o quizá de gaztea „joven‟). En los primeros tiempos era nombre de pila, pero cuando se prohibió el uso de nombres no cristianos pasó a utilizarse sólo como apellido. Encontramos formas del tipo Garzea, Garsea, Garziaz y las ya romanizadas Garcés, Garci, García, en el primitivo reino de Pamplona y en los territorios cristianos del norte. Según Menéndez Pidal, García es un nombre vasco que pasa al occidente peninsular por influencia navarra (uno de los hijos de Jimena, la esposa navarra de Alfonso III de Asturias, recibió el nombre de García). A pesar de ser hoy muy conocido, entonces no era un nombre tan habitual fuera del dominio vascón, si bien en Ávila, y sobre todo en la provincia salmantina, hubo varias poblaciones que incorporaron este antropónimo (nombre propio de persona): Garcíñigo, Garcigalindo, Garcivelasco, Garcihernández, Garcigrande, Garcirrey, Pelagarcía… lo cual nos induce a pensar que hubo una relación directa entre estos lugares y las gentes que los habitaron.

   A tenor de lo expuesto hasta ahora, no hay dudas de que en Chagarcía los dos elementos que forman el topónimo son de origen vasco-navarro. Entonces, la pregunta que cabe hacerse es: ¿por qué un nombre de lugar con raíces vasconas en una zona tan alejada de su territorio natural?

   Para responder a este interrogante tenemos que retroceder hasta la Alta Edad Media, allá por los siglos XI y XII que es cuando se lleva a cabo la repoblación de este desierto estratégico, de esta “tierra de nadie” al sur del Duero que fue arrebatada a los musulmanes y que dio origen, entre otros, al alfoz de Alba.

   Llorente Maldonado habla de la existencia de tres etapas en la repoblación de las tierras salmantinas y abulenses: Una primera llevada a cabo por Raimundo de Borgoña durante el reinado de Alfonso VI; la segunda discurre a lo largo del reinado de Alfonso I el Batallador y Alfonso VII, y abarca gran parte del siglo XII, y la tercera etapa corresponde a los reyes leoneses Fernando II y su hijo Alfonso IX, ya en el siglo XIII.

   Sobre todo es en la primera fase, dirigida por Raimundo de Borgoña entre 1088 y 1105, cuando se produce la gran repoblación de los alfoces de Salamanca, Alba y Ávila con gentes de estirpe vascona, “serranos” llamados así en algún documento medieval procedentes del norte peninsular, sobre todo de la zona montañosa situada entre Burgos y Logroño. Se consideraban sólo caballeros y escuderos y tenían a gala dedicarse al ejercicio de las armas. Vinieron a estas tierras fronterizas y casi despobladas de la Extrema Durii en busca de fortuna, atraídos por los beneficios que la guerra les podría proporcionar; controlaron la ribera oriental del Tormes, ocuparon las tierras colindantes y levantaron aldeas en lugares fértiles, cercanos a fuentes y arroyos, a montes y dehesas donde poder roturar y cultivar los campos, cazar y hacer pastar a sus rebaños. Estos primeros pobladores solían llegar en grupos reducidos creando núcleos de población en lugares de difícil acceso donde poder resistir las acometidas de los sarracenos; de esta forma se organizaron en pequeñas comunidades para asegurar la estabilidad del nuevo poblamiento y la pervivencia de la vida social en unos territorios tan ásperos y tan devastados por las continuas guerras.




   No es fruto de la casualidad que en la Tierra de Alba y en el alfoz de Ávila, los repobladores vascones o serranos fueran tan numerosos; al hecho histórico de la reconquista y repoblación de estas zonas, se une la importante huella que dejaron en la toponimia, bien a través del nombre de pila, del nombre y apellido o simplemente del apellido del fundador: Anaya, Diego Álvaro, Galindobéjar, Galinduste, Galisancho, Gómez Velasco, Gutiérrez Velasco, Iñigoblasco, Jemingómez, Martínez, Martillán, Sancho Pedro, Sanchotuerto, Valdejimena, Velaviejo y, por supuesto, Chagarcía3.

   Así pues, y como conclusión final, podemos tener la completa seguridad de que el repoblador que fundó nuestra aldea era, sin duda, de procedencia vasco-navarra, y lo sabemos con certeza porque en este sugerente topónimo ha quedado petrificada la personalidad del colonizador: Chagarcía vendría a significar algo así como ‘la aldea del jefe o del señor García’.
Ángel González Pérez

1 La frontera entre los reinos de León y de Castilla se estableció en 1157 siguiendo el límite de ocupa-ción de las diferentes procedencias de los repobladores; así, el territorio de Alba quedó incluido en el reino leonés. Chagarcía estaba justo en la divisoria entre los dos reinos, de ahí el nombre de Medianedo o Medianero:
“Desde aquí dan las rayas en otro pueblo, llamado Echagarcia, dividido con dos jurisdicciones y meyta-des: de las quales una, que agora cuentan en el Obispado de Salamanca, está en el reyno de Leon, y la otra meytad perteneciente al Obispado de Avila, está en el reyno de Castilla”. Corónica general de Es-paña, de Florián de Ocampo y Ambrosio de Morales, 1574.

2 En el Cartulario de San Vicente de Oviedo (1041) aparece el nombre de un individuo llamado Ecta Gartiaz. Otra forma del mismo nombre, Aita Garciaz, se puede ver en un documento del pueblo asturia-no de Castropol del año 1063.
Por otra parte, en un documento del Bulario de la Universidad de Salamanca (1218-1549) aparece Echa García refiriéndose no ya a una persona sino a la aldea salmantina.

3 Por el Fuero de Alba sabemos que en nuestra villa también hubo repobladores vascones. Los dos nom-bres de pila más frecuentes que aparecen en los documentos son Blasco y Muño; hoy perviven bajo la forma de los apellidos Blázquez y Muñoz. Evidentemente -asegura don Antonio Llorente- el núcleo más denso de serranos se asentó, dentro de lo que hoy es la provincia de Salamanca, en la Tierra de Alba.
En Ávila, alguno de los apellidos más frecuentes son Jiménez, Muñoz y Blázquez, lo que no hace más que poner de relieve el paralelismo en la repoblación de Ávila y Alba de Tormes.



2 comentarios:

  1. Muy buena esta entrada con la historia de vuestro topónimo. Felicidades a su autor por este bonito e interesante trabajo y a ti, Alberto, por publicarlo.
    Saludos, Manolo

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    1. Gracias por tu comentario Manuel. A ver si la gente se anima y conseguimos encontrar y dar a conocer más cosas sobre el pueblo. Aprovecho para desear a todos los chagarcienses o chagarcieños que paséis un feliz día de fiesta.

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